Haciendo que el balón siga rodando a favor de la integración

En 2004 el equipo brasileño de fútbol, que en ese momento era campeón, llegó a la cancha en Puerto Príncipe, la capital de Haití, para jugar un partido con el equipo nacional. Este amistoso, que se conoció como el Juego de la Paz, promovió una campaña para el desarme en el país y fue un intento de “aplacar los ánimos” en un contexto de crisis y conflicto, mientras se le daba la bienvenida a la Misión de la ONU para la Consolidación de la Paz.  

En una casa sin electricidad en el noroeste del país, Jean, sus padres y sus tres hermanos se reunieron en torno a la radio para escuchar el partido. "Todos los haitianos recuerdan ese día. Había más personas siguiendo el partido afuera que adentro del estadio”, cuenta. Solamente pudo ver imágenes del juego por primera vez en televisión seis años más tarde, tras su llegada a Brasil. Este aficionado al fútbol decidió migrar a ese país a los 36 años. Su principal objetivo era acceder a educación superior. “Para lograr cualquier meta, es necesario contar con una estrategia y ver cuán lejos uno puede llegar”.  

Durante sus estudios de Ingeniería Civil en Puerto Príncipe, Jean podía ver cómo los aviones militares brasileños aterrizaban en el aeropuerto desde las ventanas de su apartamento de estudiante. Inmerso en libros, Jean leía acerca de las características del suelo, de las formaciones rocosas y de la geografía de Brasil. Estudió mucho acerca de las capitales estatales como Rio de Janeiro y San Pablo, pero el destino lo llevó a Recife, al noroeste del país. 


Un partido durante la Copa de Migrantes y Refugiados de Pernambuco, en la cual hombres y mujeres de 12 nacionalidades compitieron en 2022.  
OIM / Franklin Rivas

Fue en un avión militar, como esos que él observaba desde su ventana, que Jean eventualmente aterrizó en una nueva ciudad, una acción conjunta entre los gobiernos de Brasil y de Haití. “Era el año 2010 y tras el terremoto ya no había vuelos comerciales. Recuerdo que no podía dormir por las noches porque yo me estaba yendo de mi país en un momento de crisis tras el terremoto. Fue una difícil experiencia para mí”, señala.  

La barrera del idioma le dio temor al principio, pero luego pudo superarla. Ahora que ya se ha podido establecer en su nuevo hogar, no deja de lado sus ideas de ayudar de alguna manera a su país de origen. “Todos los haitianos tienen un sentimiento muy fuerte por su país. Hoy puedo decir que busco maneras de desarrollar la educación y la tecnología en mi patria”.  

Jean ahora dirige una compañía especializada en geotécnica que se encarga del estudio del suelo y del subsuelo. También es investigador de petróleo y gas y está terminando un posgrado en Ingeniería Civil.  

Después de haber comenzado su nueva vida en Brasil, logró traer también a sus hermanos Juliette, Benedict y Davidson. Se casó con Iracema, una mujer brasileña, y su hija, Esther Marina, acaba de cumplir 10 años. Con su familia y sus amigos logró crear una ONG llamada GADE, que brinda apoyo a la distribución de insumos humanitarios tanto en Haití como en Brasil, además de colaborar con la integración de personas refugiadas y migrantes por medio de distintas alternativas del ámbito de la educación, los deportes y las actividades recreativas.  

El fútbol, la pasión que lo conectó con Brasil incluso mucho antes de convertirse en migrante, sigue ocupando un lugar importante en la vida de Jean. “Los deportes pueden ser una herramienta para el cambio social. Pueden ser un medio para el abordaje de cuestiones muy importantes para las vidas de los migrantes y para poner el foco en políticas públicas indispensables”.  

Así fue cómo surgió la Copa para Migrantes y Refugiados de Pernambuco. El torneo es un proyecto que persigue la integración socioeconómica de los migrantes en la región. En 2022, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y de otras entidades, la competencia congregó a hombres y mujeres de 12 nacionalidades. Además de los partidos, el evento incluye charlas acerca de los derechos y la ciudadanía, presentaciones culturales y una feria con la participación de migrantes emprendedores.  


Habiendo vivido en Brasil desde 2010, Jean se casó con una ciudadana brasileña y ahora tienen una hija de 10 años. Dirige una empresa dedicada al estudio del suelo y del subsuelo y está terminando estudios de posgrado.  
Personal

La respuesta positiva del público lo motivó a Jean y a los co-organizadores a comenzar a planificar la siguiente edición del evento. “Queremos que nuestro proyecto aborde la xenofobia, el racismo, y que también trabaje a favor de la convivencia pacífica en los estadios”.  

Jean y sus colegas están haciendo progresos en lo relacionado con el desarrollo de una sociedad más inclusiva, brindándole a la comunidad de migrantes las herramientas para la integración e impulsando el desarrollo local.  

“Las personas migran por varias razones, porque desean la paz, porque quieren una mejor educación o estar con sus familias, por ejemplo. Esta fortaleza y motivación que tenemos es un motor que debe usarse para que la pelota siga rodando”, dice Jean.  


El fútbol, la pasión que conectó a Jean con Brasil, ocupa un lugar muy importante en su nueva vida: Jean y los otros organizadores consideran que la Copa de Migrantes y Refugiados de Pernambuco es una oportunidad para integrar cada vez más a los migrantes a la sociedad brasileña.  
OAB / Pe, Brazil

Las personas emigran por varios motivos; ya sea para vivir en paz, buscando una mejor educación o para estar con su familia, por ejemplo. Esta fortaleza y motivación es un motor que debe usarse para hacer que el balón siga rodando.